martes, 12 de marzo de 2013

Bon appétit...

  Es el momento, ese instante en el que ya no puedo evitar pensar que es lo que habrá en la heladera. Con entusiasmo me dirijo a ella, no importa que mis ojos vean algo interesante, por ahora solo necesito un trago...
  Luego me emprendo en la búsqueda y nada se salva de mis manos y de este voraz apetito, pan, queso, mayonesa, tomates, mostaza, limón, y aunque hubiese encontrado solo el pan, eso me bastaría para degustarlo como si fuera un verdadero manjar digno de un rey.
  Creo que ya ni me acuerdo lo que acaba de pasar por mis papilas gustativas, solo se que fue delicioso. 
                                                                                                      Chino.



Sin duda uno de los mejores placeres de la vida es comer, y mejor aún comer fumado. Hoy iremos un poco mas allá de nuestras lenguas y narices, para dirigirnos a nuestros cerebros y a los procesos que en el ocurren, y que hacen del momento de comer una verdadera maravilla.



Cannabinoides:
  Comenzaremos por explicar que los cannabinoides son los principios activos de la marihuana que provocan no solo efectos de manera psicoactiva, sino tambien otros efectos como la sed, hambre y sueño. Cabe aclarar que los cannabinoides no solo tienen un origen vegetal, sino que nuestro cuerpo tambien los produce naturalmente, en este caso se les da el nombre de endocannabinoides o cannabinoides endógenos.

Sistema endocannabinoide:
  Principalmente este sistema se conforma por los cannabinoides y sus receptores cerebrales. Nuestra sensación de hambre aumenta cuando los cannabinoides activan receptores en el hipotálamo. Al activarse estos disminuyen los niveles de azúcar en sangre y generan la necesidad del consumo de alimentos ricos en azúcares.
  Además del hipotálamo, el THC activa otros receptores, como el núcleo accumbens, el mismo esta asociado con todo lo que representa una gran satisfacción para el ser humano.
  El THC en altas dosis puede unirse a receptores de zonas profundas del cerebro, comportándose entonces como la oleiletanolamina, una sustancia que regula la sensación de saciedad. Es decir que en este caso no sentiriamos ganas de comer sino que nos sentiríamos satisfechos. Esto ocurre en casos de dosis superiores a los 2,5 miligramos por kilo, en dosis bajas seguiría provocando falta de saciedad, este efecto de hambre podría utilizarse favorablemente en pacientes anoréxicos o con falta de hambre, y en pacientes de cáncer que no tienen ganas de ingerir alimentos.

 Bueno lectores esto fue un breve viaje hacia el interior de sus cerebros, solo queda lo que tanto esperamos, y aunque es irresistible a veces no comernos una pizza entera, no olviden llevar una buena nutrición que es muy importante para el día a día. ¡Buen provecho!.



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